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Yo, asesino


A priori, esta obra tenía todas las papeletas para que me encandilase. Sus creadores se encuentran en mi top ten particular de grandes autores del tebeo español. Vienen los dos de realizar unas obras magníficas. Sin embargo, ésta no me ha cautivado. El guionista, poseído por el espíritu de Thomas de Quincey, enhebra una historia correctísima, repleta de referencias culturales que interesa, pero, por alguna extraña razón, ha levantado algunas de mis barreras defensivas. No es por falta de credibilidad: comparto la idea de que en lo de matar, el ser humano tiene una habilidad especial que ha perfeccionado como ninguna otra a lo largo de la historia. Somos una especie extraña: todavía hay países enteros asolados por el hambre, pero la distribución de armas no es un problema, por poner un ejemplo fácil. Tampoco nuestra sociedad adjudica el mismo valor a los muertos dependiendo de su distribución geográfica. Altarriba lleva razón: el asesinato guiado por el azar es mas democrático que el que se intenta justificar mediante todo tipo de hipocresías.

El protagonista no es el único ser abyecto de la obra: está rodeado por carroñeros del arte o extremistas políticos; en fin, por un ambiente sórdido que al final, acaba por hundir la techumbre de la cosa. El mal hace tiempo que me aburre. Por muy creativo que sea. El cinismo que chorrea del tebeo también me empalaga. Estoy algo cansado de observar la idea de que hay formas de hacer el mal que son intelectualmente superiores a las formas de hacer el bien, como si esto fuese un valor intrínseco. Tampoco me fascina la idea de que no existe mujer amable, como parece que sucede en el entorno del asesino.



La labor de Jose Antonio Godoy queda en un discreto segundo plano, lo que supongo que en este caso es una virtud. Recuerdo de La protectora (2011), su anterior entrega propiamente dicha, una vileza de mayor catadura, más visceral. Keko está más preparado para el mal que Antonio Altarriba, si se me consiente tamaña opinión, aunque en esta ocasión no lo demuestre. Se mantiene distante de lo que sucede, si me apuráis.

Pero por si no ha quedado claro, lo repito, que no quiero confundir: el tebeo es más que recomendable; es mi interés personal lo que no cuadra con él. Eso sí, al menos comparto con el protagonista su discurso del tratamiento de la fealdad en el arte.


Calificación: 5-6 /10

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