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Ciencia ficción cero cero


No me considero ni mucho menos un experto en ciencia ficción, sino tan sólo un aficionado al género, seguidor acérrimo y conocedor de muchas de sus películas y obras literarias. El caso es los debates con los colegas nos hemos percatado de que en la gran pantalla se ha estado produciendo un cambio durante los últimos años, que si bien no es completo, ni mucho menos mayoritario, al menos es verdaderamente estimulante e interesante de seguir.


Nosotros lo hemos bautizado como Ciencia ficción cero cero y con este término nos estamos refiriendo al cine de ciencia ficción cuyo presupuesto en efectos especiales es cero o cercano a cero, aunque el calificativo también podría aplicarse a otras formas de expresión como la televisión o incluso el teatro.




No queremos, ni tampoco pretendemos (y esperemos que esto no se convierta en una premonición) crear una nueva corriente dogmática que considere al resto de películas de ciencia-ficción como de segunda clase o que las tilde de inferiores a éstas no nada parecido parecido. Nos sigue gustando el buen cine, aunque contenga espectaculares efectos especiales. Puede que, en ocasiones, la obra no tenga otro fin que el intentar dejar con la boca abierta a los espectadores, objetivo totalmente loable y legítimo por todo cineasta que se precie.


Un espectador de Avatar al salir de la sala de proyección. Está claro que no tomó las debidas precauciones.

Otro mal que atenaza el género es la incontinencia creativa desmesurada. Esto no es nuevo: ya en los años setenta, una tendencia que tildaríamos de generosamente lisérgica generó una serie de películas en las que, bien los delirios de sus creadores, bien los excesos de los iluminados guionistas, pasados de frenada (cuando no insuflados de ínfulas pseudoreligiosas) hacían que el tinglado se desmoronara por completo. Pondré dos ejemplos: a pesar de que se encuentra entre las películas esenciales del género (por una infinidad de razones que no me voy a dedicar a ennumerar aquí), y además de gozar de mi admiración, un ejemplo de lo anterior es el tramo final de 2001, A Space Odyssey (Stanley Kubrick, 1968). Sin entrar en otro tipo de valoraciones, me limitaré a decir que el gigantesco feto que aparece en sus últimas imágenes no es otro que es la representación del ego de su director -o el de Arthur C. Clarke, todavía no lo tengo claro-, semejante en tamaño a la criatura que parece mostrarse en la pantalla. Si, si, se pasaron tres pueblos mas allá de la luna de Júpiter a la que se dirigía su Discovery.


El ego de Kubrick y Clarke, todavía con el eructito sin expulsar



Nuestro nuevo término no está libre de este problema. Es perfectamente posible desarrollar un película de bajo presupuesto con excesos de muchas otras clases. Seguro que a mas de uno le ha venido a la cabeza el Manifiesto Dogma. Aunque la ciencia ficción cero cero comparte muchos de los principios de esta interesante corriente, trata de distanciarse de ella en varios sentidos: no se parece en sus términos académicos, ni tampoco en sus objetivos. Es más, no comparte ninguno de sus diez principios clave. El principio de Michi Panero está vigente en el espíritu de la ciencia ficción cero cero:


En esta vida, se puede ser de todo, menos un coñazo.


Aunque, evidentemente, el cine Dogma tiene magníficos ejemplos que no contradicen este principio, un representativo número de los filmes de esta escuela son de armas tomar en este sentido.


Un ejemplo mas moderno acerca de como se puede ir todo al garete por este motivo, aunque sus autores tengan las mejores intenciones es The Congress (El congreso, Ari Folman, 2013), que evidentemente no es cine Dogma. En cualquier caso, la contención y la mesura siguen siendo una cualidades encomiables, máxime en un género tan propenso al desbarre como la ciencia-ficción.


Ari Folman, tratando de despertar a sus espectadores en The Congress (2013)

Desde este punto de vista, nuestra definición trata de alejarse, o al menos, de guardar ciertas distancias, con el movimiento freak. No se trata de ser original por el mero hecho de serlo. De nuevo, este mal no es exclusivo de la ciencia ficción. Tampoco se trata de dificultar la comprensión de la película al espectador, ni de proponerle un reto intelectual cada vez que se vea inmerso en una obra. El término cero cero también trata de indicar que se está libre de ciertas cargas.


Conste en acta, y que quede bien claro, que tampoco se trata de lo contrario. Bienvenida sea la frescura y la originalidad (uno es original porque los demás lo ven así, no a base de cometer excentricidades), bienvenido sea también la reflexión y el raciocinio. En cualquier caso, no somos demasiado amigos de la banalidad, aunque su absoluta ausencia suele apestar.


Primer: si consigo que sigas el argumento, algo habré hecho mal.

Primer (Shane Carruth, 2004), podría haber sido un excelente primer ejemplo que encajase en nuestra definición. Su presupuesto fue de 7.000 US$, lo cual es aceptable para nuestros parámetros, y aunque no hay unanimidad (incluso dentro de nuestro grupo de colegas), ya próximo a los términos que tenemos que acabar de encajar. Sin embargo, yo la considero una memez de principio a fin, además de resultar sumamente tediosa (aunque haya otros colegas que no estén de acuerdo conmigo), Hay quien piensa incluso, que las películas de ciencia ficción que utilizan cajas para realizar viajes temporales es un género diferenciado del resto. En cualquier caso, esta película es demasiado friki (en el sentido excéntrico), por lo que tampoco puede entrar a forma parte fácilmente de nuestro selecto club. Shane Carruth acabará resultando especialmente odioso en Upstream Colour (2013), y lo considero un director a evitar por sus reiteradas violaciones al principio de Michi Panero.


Otro problema añadido, esta vez de la ciencia ficción en general, consiste en determinar cual debe ser el porcentaje de ciencia y cual el porcentaje de ficción que debe contener una obra. Aquí no hay una regla claramente definida, y desde luego, está claro que los aficionados no siguen un criterio homogéneo para aceptar cual es la relación razonable que debe de haber en este apartado, compuesto por dos fuerzas claramente contrapuestas. Está claro que no tratamos de ver un documental de ciencia, pero tampoco se acepta que no existan leyes. Seguramente, lo adecuado es pedir que la película tenga un mínimo grado de coherencia interna. Lo difícil, a veces, es decidir cual debe ser ese grado. Películas como Gravity, por ejemplo, son examinadas con lupa, mientras que se es menos exigentes con otras.


La potencia de los propulsores de este ranger es superior a cualquier fuerza del universo


Un ejemplo de esto que estoy diciendo podría ser Interstellar (Christopher Nolan, 2014). Sí, el planeta acuático que visitan es fascinante. Cada hora que pasan en él representa el equivalente a 120 años terrestres, debido a su enorme tamaño y al efecto de la dilatación del tiempo según reza la teoría de la relatividad general. Pero ¿alguien se ha molestado en describir como debería estar construida la nave en la que viajan los protagonistas? Y eso que estamos obviando el hecho de que cuando salen de ella, los astronautas deberían haber muerto aplastados por su propio peso. Para poder escapar de la atracción gravitatoria del planeta, los motores del ranger (una nave pequeña, recordemos) deberían soportar unas especificaciones técnicas que la habrían permitido llegar al planeta de manera autónoma (y sin cruzar ningún agujero de gusano, además). Como estamos centrados en otro tipo de problemas, la película es menos propensa a que nos fijemos en estos detalles.


Cierto es que es imposible disfrutar mínimamente de estas películas si uno no se deja llevar por la imaginación y establece cierta empatía con el objeto de observación. Por eso, el primer ejemplo de filme de ciencia ficción cero cero es Frequently Asked Questions About Time Travel (Preguntas frecuentes sobre viajes en el tiempo, Gareth Carrivick, 2009).


Humor y viajes en el tiempo: la combinación perfecta para un pub inglés


No es una película excesivamente famosa, y desde luego, no es la más representativa del género. Eso sí, cumple escrupulosamente todas las condiciones que hemos enumerado. Chris O'Dowd, su protagonista, es más conocido por interpretar a Roy en la serie The IT Crowd, de Channel 4. El humor inglés vuelve a brillar aquí, en todo su esplendor. Absolutamente recomendable, aunque, para mi gusto, pierde algo de fuerza en su segunda mitad.

También británica es Never let me go (Nunca me abandones, Mark Romanek, 2010), adaptación de la novela homónima de Kazuo Ishiguro, protagonizada por Keira Knightley. Desgraciadamente, es triste tener que indicar que se trata de una obra de ciencia-ficción, porque el espectador, aunque es consciente de que algo raro sucede, no se percata de ello hasta bien avanzada la película, así que no conviene desvelar nada más al respecto.


Esta es una de las escenas que más dinero consumió del presupuesto de efectos especiales de Never let me go (2010)


Otra película sorprendente, aunque algo mas difícil de seguir, es Coherence (James Ward Byrkit, 2013). Una cena de varios matrimonios amigos sirve como telón de fondo para desarrollar una trama que va cambiando de forma a medida que avanza. El documental que acompaña la película, explicando cómo se rodó la película es casi tan interesante como ella.


En esta película intervienen algunos conceptos matemáticos muy interesantes, aunque no sean evidentes


Pero si hay un director que represente hoy en día a la ciencia ficción cero cero, éste es, sin duda, el norteamericano Mike Cahill. Las dos películas que ha realizado son un referente del género y resultan indispensables: hablamos de Another Earth (Otra tierra, 2011) y I Origins (Orígenes, 2014).


Brit Marling no tiene claro si se ha vuelto a pasar con el alcohol la noche anterior


La primera de ellas resulta bastante chocante para el espectador que espere adentrarse en una película de ciencia ficción al uso. Su sentido dramático la aleja bastante de los tópicos del género, por lo que más de uno se sentirá desconcertado. A mí me parece que puede llegar incluso a pecar de algo anodina, pero merece la pena concederla una oportunidad. Tiene su punto poético.


No, no se trata de Barad-dûr, la torre de Mordor, ni tampoco del ojo de Sauron

I Origins es un ejercicio francamente interesante y está mucho mas cercano a la cruda realidad de lo que la gente sospecha. Prácticamente todos sus elementos son verídicos y sus premisas auténticas. Además, propone un conflicto interesante y original entre fe y razón que no todo el mundo es capaz de apreciar en su justa medida. Su guión es muy sólido y está muy bien elaborado. Es, sin duda, una de mis favoritas de toda la lista.


Antes de que me digáis nada, conviene mencionar que ambas películas interviene la actriz Brit Marling, que también interviene en otra película de ciencia ficción que no he visto: Sound of my voice (Zal Batmanglij, 2011). Si no me equivoco, el film ni siquiera se ha llegado a estrenar en nuestro país, así que si la habéis visto y queréis dejar vuestra impresión, dejar un comentario.

En cualquier caso, no nos equivoquemos. La ausencia de presupuesto tampoco asegura necesariamente la calidad de una película, ni tampoco de ninguno de sus elementos. Este género también puede contener ejemplos de obras fallidas, o simplemente malas. No pasa nada.

Resumiendo, que hay que ir terminando: una película pertenece al subgénero ciencia ficción cero cero cuando:


  1. Pertenece al género de la ciencia ficción

  2. Su presupuesto en efectos especiales es muy pequeño

  3. Muestra cierta contención y mesura en sus planteamientos

  4. Pasa el test de Michi Panero


Así que os lanzo varias preguntas: ¿qué opináis del asunto? ¿conocéis o habéis visto otras películas relativamente recientes que puedan ser incluidas en esta categoría? ¿que películas, ya pertenecientes al pasado milenio, podrían considerarse antecedentes de estas? Prometo volver sobre este tema, aunque sólo sea para responder a la última de las cuestiones, y escribir una segunda parte de este artículo con vuestras consideraciones.


Añado algunos comentarios aportados por lectores de La Mirada Estrábica:


Lino, jueves, 28 de mayo de 2015


Películas recientes que cumplan tres o cuatro de estas reglas podrían ser:

Cypher Ex-machina Enemy Take Shelter Canino

Al menos todas comparten una atmósfera enrarecida que quizá por eso me han venido a la mente. Pero la madre de todas ellas es El Mundo Conectado (1973) del sin par Fassbinder. Un saludo!

Golb, martes, 14 de julio de 2015


Me gusta la clasificación, con que cumpla el criterio de Michi ya se puede considerar un buena muestra del genero



Anónimo, martes, 14 de julio de 2015


Cube?


Creía que nadie iba a mencionar Cube (1997), aunque Lino había mentado Cypher... La película de Vicenzo Natali puede considerarse una precursora del género, aunque su presupuesto es mas alto que el de las películas que estamos hablando (360.000 US$).

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